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CUBA: LA POLÍTICA COMO CIENCIA Y COMO TABÚE

ARTICULO ORIGINAL

El autor, aborda la despolitización de la sociedad en Cuba a través de la consigna de la Revolución, a su vez, reafirma la necesidad de la crítica y de la discusión política, así como del conocimiento del sistema político.

Cuba es un país desbordado de política, y a la vez extrañamente apolítico.

​A pesar de toda la inflación de los símbolos políticos, no hay espacio para discusiones políticas genuinas, debates verdaderos, y análisis a fondo del proceso político. Escasean fuentes confiables de información y evaluación de las políticas públicas en la isla. La política está en todas partes, pero como tótem (¡La Revolución!) y tabúes, no como un proceso deliberativo en el sentido de Aristóteles o Hannah Arendt.

​A pesar de la aparente fertilidad de las ciencias sociales en Cuba, medida por el número de revistas académicas y institutos de investigación, lo que encontramos todavía en Cuba son ciencias sociales y humanidades desangradas, que sí hablan de problemas en la isla, pero nunca de poder. Eso solo lo puede hacer a fondo en el exilio y por cubanólogos de afuera, pero casi siempre con datos insuficientes. Por eso los estudios cubanos se basan demasiado sobre repertorios discursivos, dada los escasos datos cuantificable y la falta de transparencia institucional en la isla. Incluso las estadísticas económicas son, a menudo, poco confiables.

 Dentro de la Revolución, No Política

​En la conocidísima novela 1984 de Orwell, desbloqueada en la isla a partir la Feria del Libro de 2016, la Newspeak, o neolengua, “was designed not to extend but to diminish the range of thought, and this purpose was indirectly assisted by cutting the choice of words down to a minimum.”[2] De la misma manera, el gobierno cubano se ha esforzado para despolitizar la sociedad, “achicando” el lenguaje utilizado para hablar de política en el país, reduciéndolo a consignas (o mots d’ordre en el sentido de Bourdieu). La consigna mayor es la misma “Revolución”: origen y fin (mito) de la política; fuerza infinita, omnisciente y omnipresente; actor y proceso; persona, en el sentido de máscara (Grenier, 2020). ¿Quien es responsable de tal o cual decisión? En fin, la Revolución, es decir todo y nada.

Una temprana víctima del achicamiento del lenguaje fueron las ciencias sociales, en particular la ciencia política, eliminada como disciplina académica a principio de los años sesenta bajo la consigna: “La universidad para los revolucionarios” La sociología también fue abolida de 1980 a 1991. Un marxismo leninista de corte soviético (e.g. Konstantinov, Yajot, Makarov) pronto se convirtió en pensée unique en la isla. Con “las ideas de emancipación social de Marx, Engels y Lenin” (Constitución de la República), no hace falta ciencia política—disciplina burguesa por definición, ya que supone una autonomía de la esfera política, y que a la pregunta “quién obtiene qué, cuándo y cómo”, para citar la famosa definición de la política del politólogo Harold Lasswell, la respuesta no puede ser solamente la burguesía o el proletariado.

El economista y cubanólogo canadiense Arch Ritter destaca algunas de las implicaciones de esta situación. Para él, “una de las consecuencias de la ausencia de la disciplina de ciencia política en Cuba es que solo tenemos una vaga idea de cómo funciona realmente el gobierno cubano. ¿Quién en el Politbureau y el Comité Central del partido realmente toma decisiones? ¿Hasta qué punto y cómo las presiones de las organizaciones de masas afectan realmente a la toma de decisiones, o el flujo de influencia siempre es de arriba a abajo y no el inverso? ¿Qué papel desempeñan las grandes empresas conglomeradas que se encuentran en la economía del dólar internacionalizada y la economía del peso en el proceso de formulación de políticas? ¿La Asamblea Nacional es simplemente una concha vacía que, por unanimidad, aprueba cantidades prodigiosas de legislación en períodos de tiempo extremadamente cortos?” (Ritter, 2013). Enseguida pregunta retóricamente: “¿Por qué este análisis político está esencialmente prohibido en las universidades cubanas? Puedes adivinar la respuesta” (Ritter, 2013). Bueno, sí, podemos: tiene que ver con los tabúes acerca de “quién obtiene qué, cuándo y cómo”.[3] Como lo afirmó Masha Gessen con respecto a la sociología en la Rusia de Pútin: “An ideal totalitarian regime would find a way to obtain sociological data without the sociologists” (Gessen, 2016). No existe un régimen totalitario ideal, así que el plan B es tener científicos sociales, pero controlados.

 Fingir el Pensamiento Crítico

​Los estudiosos de las ciencias sociales e intelectuales en Cuba deben rechazar el dogmatismo y celebrar la crítica y los debates, como invariablemente lo hace el mismo liderazgo político[4]. Sin embargo, es sabido que de ninguna manera se puede cuestionar los dogmas oficiales sobre la infalibilidad del liderazgo histórico o la identificación de la dirección con la Revolución, así como la irrevocabilidad del sistema político comunista de partido único. En otras palabras, hay que fingir el pensamiento crítico.

​Ha sido aconsejable para los científicos sociales partir de un repertorio marxista leninista, como fundamento metodológico e ideológico de todas investigaciones, o al menos no confrontarlo con una perspectiva alternativa. Se ha podido explorar teorías no-marxistas (el posmodernismo fue popular durante los años 90), pero con cuidado, sin cuestionar el paradigma único. También se acogen con beneplácito las blandas descripciones de las estructuras jurídicas y los debates pseudo técnicos sobre las políticas públicas en revistas de ciencias sociales como Temas.

​Previsiblemente, los “debates” en Cuba cuentan con oradores ultra-cautelosos que en su mayoría están públicamente de acuerdo unos con otros, siendo toda la energía redirigida hacia las polémicas contra los enemigos oficialmente sancionados y los flagelos intemporales del gobierno: dogmatismo, burocratismo, corrupción, descontento juvenil, residuos pre-revolucionarios del sexismo y el racismo, y por supuesto, el imperialismo norteamericano, el “bloqueo” y el orden mundial capitalista. Todos se animan para “mejorar el socialismo” y la revolución. El liderazgo político rutinariamente desafía a los “intelectuales públicos” y periodistas a atreverse más, no menos: signo infalible de la presencia de la censura sistemática.

​En cualquiera de los “debates” de “Último Jueves”, por ejemplo, las soluciones a los problemas convergen hacia el ideal oficialista: más participación, más compromiso con La Revolución, y a mejorar un sistema político en construcción perpetua. Es significante que cuando unos se atreven a abordar el tema de “cómo funciona el sistema político en Cuba,” como fue excepcionalmente el caso de un “debate” de Último Jueves en febrero de 2016, no hubo ninguna discusión sobre “cómo funciona”, solamente comentarios generales sobre posibles mejoras, las cuales invariablemente pasan por una reafirmación de las aspiraciones oficiales. Cuanto menos se habla de poder, más se habla de ideales políticos universales (justicia, participación, igualdad).

 Pensée unique

​El marxismo de corte leninista permite una politización de la “ciencia” y conlleva un aura científica a la política (el “materialismo científico”). Ha sido una ideología conveniente para el gobierno cubano y para otros gobiernos comunistas por dos razones, ambos relevante para entender el marasmo de las ciencias sociales cubanas.

​En primer lugar, abrazar y estudiar sus textos canónicos adormece la curiosidad sobre los procesos de toma de decisiones reales bajo un tipo de régimen que fue solo un sueño durante la vida de Marx: el comunismo. Marx escribió ampliamente y a veces con perspicacia sobre las fallas estructurales de las sociedades capitalistas (y pre-capitalistas). Pero aparte de sus nebulosas referencias a la Comuna de París y las glosas sobre las estrategias revolucionarias en su “Crítica del Programa de Gotha”, el análisis de Marx del comunismo es más teleológico que político. En la Cuba de hoy, el marxismo leninista es un repertorio de códigos ideológicos y un arma que permite criticar los enemigos del gobierno.

​En segundo lugar, el marxismo (no tanto su versión leninista) puede usarse como una teoría o un paradigma en ciencias sociales, como ocurre en todo el mundo–hoy en día en las humanidades y estudios culturales más que en ciencias sociales y para nada en economía. Pero en sociedades abiertas, el marxismo compite con otras teorías e interpretaciones, lo que le da una vitalidad inexistente en países donde es una pensée unique como en Cuba. No es sorprendente que el marxismo no sea muy sofisticado en Cuba: la ausencia de crítica genuina, la cual pasa por la confrontación con otras perspectivas, es una sentencia de muerte para cualquier perspectiva científica o filosófica.

​Un tropo común utilizado por los porteros de las ciencias sociales oficiales es que el marxismo cubano es crítico y humanista, al revés del marxismo soviético “rígido” y “mecánico”, defendido (y definido) por nadie. Se puede criticar el “estalinismo”, entendido como desviación del modelo leninista original (oficializado en la misma constitución cubana), pero no la Constitución de Stalin de 1936, la cual es el modelo por la constitución cubana de 1976. En Cuba, el rechazo del “marxismo mecánico” es mecánico. Tiene que ver con posicionamiento político y burocrático, no con la práctica de la crítica, sin la cual ningunas ciencias sociales pueden florecer.

​Hay buenos cientistas sociales en Cuba, por la misma razón que hubo buenas pinturas erótica en la época medieval: porqué el talento y la imaginación siempre pueden manifestarse a pesar de los parámetros más estrechos.

 MSI, 27N, y Articulación Plebeya

​El espacio público se abrió inesperadamente con la irrupción del Movimiento San Isidro en septiembre de 2018 y la manifestación frente al ministerio de cultura el 27 de noviembre de 2020 (27N). Se trata de un movimiento de jóvenes artistas y periodistas independientes, con demandas bastante parecidas a la Glasnost (más espacio de expresión), pero con relámpagos de críticas metapolíticas que amenazan el régimen. Recordamos que el mundo del arte goza de una autonomía relativa y condicional impensable en la universidad. El arte de vanguardia, por definición disonante y elitista, es también una fuente importante de proyección internacional y de divisas por las arcas del estado (el embargo no se aplica a la venta de producción artística).

​No hubo, que yo sepa, apoyo significativo de la universidad al movimiento, salvo una larga petición, con más de quinientos nombres de “intelectuales cubanos,” titulada “Articulación Plebeya”.[5] Si no me equivoco, la grande mayoría de los firmantes viven en el extranjero, y el texto de la petición se limita a celebrar el bien común, la paz, el medio ambiente, el diálogo, la inclusión, y mucho más parecido, todo “dentro del marco de las leyes y la Constitución.” Aunque llama la atención el pasaje sobre el rechazo a “toda acción estatal violenta,” el tono más conciliador que el del MSI o 27N indica claramente la presencia de parámetro más estrechos en la academia que los que rigen el mundillo de las artes y de lo que podemos llamar la sociedad civil cubana.

 Conclusión

​Un país no puede sobrevivir sin historiadores, matemáticos, economistas, biólogos, etc. Aparentemente sí se puede subsistir sin genuinas ciencias políticas … pero ¿a qué precio? Y las ciencias sociales en general, ¿que pueden cumplir si el máximo de crítica posible es la revista “Temas”? ¿Y si Cuba Posible ya no es posible?

​Para funcionar bien y utilizar plenamente su capital humano, un sistema político necesita transparencia, información, examen crítico de las políticas públicas, sin miedo a la verdad. En Cuba se necesita mejores datos sobre cómo funciona realmente su sistema político, y análisis a fondo de los problemas y de sus posibles causas políticas, levantando el velo del secreto que cubre la mayoría de las transacciones políticas. ¿Es esto posible “dentro de la Revolución”?

Referencias

Grenier, Y. (2020). Cuban Studies and The Siren Song of La Revolución. Cuban Studies.

 Ritter, A. (2013). Political Science: When Will Cuban Universities Join the World?. The Cuban Economy. Recuperado de: https://thecubaneconomy.com/articles/2013/06/political-science-when-will-cuban-universities-join-the-world/

 Gessen, M. (2016). Sociology, According to Putin. The New York Times. Recuperado de: http://www.nytimes.com/2016/10/05/opinion/sociology-according-to-putin.html?action=click&pgtype=Homepage&version=Moth-Visible&moduleDetail=inside-nyt-region-3&module=inside-nyt-region&region=inside-nyt-region&WT.nav=inside-nyt-region

 [1] St. Francis Xavier University​

[2]. “Achicar” el lenguaje también es una característica de la distópia totalitaria en la obra maestra de Boualem Sansal, 2084, La fin du monde (Paris: Gallimard, 2015).

​[3]. Asimismo, Armando Chaguaceda afirma que “la ausencia de estudios a fondo y la falta de acceso público a temas clave como la composición de la élite política cubana y su circulación real y mecanismos de toma de decisiones mantienen casi toda la producción en el campo en un nivel superficial.” Armando Chaguaceda, “House of Cards and Political Science in Cuba,” Havana Times, 21 March 2014,

​[4] Ver el último capítulo de mi libro: Yvon Grenier, Culture and the Cuban State, Participation, Recognition, and Dissonance under Cmmunism (Lexington Books, 2017): chapter 6: “Faking Criticism.”

​[5] “Articulación plebeya: a propósito de los sucesos en el Ministerio de Cultura,” El Toque, 28 de noviembre, 2020.

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WHO IS KARLA PÉREZ AND WHY IS THE CUBAN GOVERNMENT FORBIDDING HER RETURN TO CUBA?

By TED A. HENKEN

No Country MAGAZINE, 03/23/2021

Original Article: Karla Pérez


Karla Pérez

Karla Pérez (Cienfuegos, 1998), the young Cuban woman whom the Cuban government prohibited from returning to her country yesterday, March 18, is 22 years old. She graduated with a degree in Journalism in December 2020 from the Universidad Latina de Costa Rica.

The prohibition of her return to the country where she was born in 1998 occurs almost exactly four years after she was expelled for political reasons from the Journalism program of the Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas (UCLV) on April 13, 2017.

According to a detailed report from the Observatorio de Libertad Académica in November 2020, a few months before entering UCLV, when Pérez was still only 17 years old, she joined the political movement Somos +, an organization established in 2013 with the objective of “building a modern, prosperous and free country.”

This dissident initiative has been both disqualified and persecuted by the Cuban government, which classifies it as a subversive and counterrevolutionary project financed by the United States.

According to Pérez, at that time she was attracted to Somos + because: “There were many good people there, people that I considered an example to follow. In the beginning, that movement was like a mirror of the country that I wanted.”

As a consequence of her membership in Somos + and as punishment for expressing herself openly on the group’s blog, she was accused of having violated university regulations and expelled on the morning of April 13 by a group of “decision makers” from the university, made up of four journalism professors and six members of the University administration.

More shocking is the fact that a brigade of FEU (University Student Federation) members from Pérez’s own cohort, that is, the 14 other students who were studying journalism with her, also signed onto her expulsion. All of them had already been informed that anyone who opposed her punishment would themselves be “analyzed” at a later date.

Seeing all the channels for a professional future closed to her on the Island, Pérez accepted the offer of assistance from the staff of the Costa Rican newspaper El Mundo and was able to continue and eventually finish her Journalism studies in that country between 2016 and 2020. At the same time, she actively devoted herself to the practice of independent journalism, collaborating with Diario de Cuba and Havana Times in 2017 and serving as a “community manager” and correspondent at Tremenda Nota starting in 2018. She currently works with the magazine ADN Cuba.

As part of a larger project that I am currently undertaking that traces the career paths of independent Cuban journalists, I interviewed Pérez on March 15, three days prior to the Orwellian migration ordeal she is currently experiencing. The interview tries to capture the process of “conscientization” of a young Cuban woman attracted to the profession of Journalism in a country like Cuba. Furthermore, it reveals in gripping detail the many personal, family, and political costs that one must pay when embarking on the tortuous path of free expression in Cuba.


Ted A. Henken: How and why did you decide to study Journalism in college? What attracted you to the idea of ​​being a journalist in a country like Cuba?

Ted A. Henken: How and why did you decide to study Journalism in college? What attracted you to the idea of ​​being a journalist in a country like Cuba?

Karla Pérez: It is not a very romantic response at the beginning. I had always had an affinity for language and literature since elementary school. History, Spanish, and literature all fascinated me. The “romantic” came later, in high school. I managed to have more access to an alternative civil society, to find out what was happening in Havana and the “Oriente”, and also to become irritated because I could not read about these things in the state press.

My nuclear family and I had broken with the Cuban government a long time ago and I had long since decided that I would never work in the official press. I wanted to write about what was being marginalized from the “revolutionary” discourse and I knew that I couldn’t do it in the permitted newspapers.

Could you describe your family and social origins?

I come from a nuclear family (my father, mother, and me) of professionals. My father is a civil engineer and my mother is an economist. However, shortly after graduating, they began working in the private sector due to the poor conditions provided by the state sector. For my parents, there was never a break with the Revolution, because they simply never believed in it.

My grandparents, as is quite common in the Cuban family, are people integrated into the revolutionary process, and I wouldn’t want to go much beyond that out of respect for their privacy.

In my childhood and adolescence, I focused on going to school and getting good grades. I was already beginning to develop a critical capacity of my own, but apart from a few controversies with teachers in middle and high-school, it did not go beyond that.  I was never a member of the UJC (Young Communist League) or the FEU, for example.  In college, I was also like that; I never used the university as a platform to criticize the government. I did that on the outside (through the Somos + blog and in my on-line social networks).

What was your first job as a journalist in the state sector?

I never worked in state newspapers, although I did do an internship for a month, during my first semester of college between January and February of 2017. The provincial newspaper 5 de septiembre allowed me a lot of leeway within the “professional Calvary” that working in the official media represented.  They did not impose the topics I should write about and I was able to focus on giving a voice to actors in the private sector who were then emerging in the city (business owners and bicycle taxi drivers). There was one time where I was directly censored when the then director of the newspaper, Adonis Subit Lamí, called me into his office to ask me to “correct” certain phrases of an interview.

I cannot share any articles from that time with you because they have since been deleted from the newspaper’s website. Just now, I went back to look for them and they do not appear. However, in essence I interviewed an engineer who earned his living as a rickshaw driver, because working in his profession paid little and the owners of a private cafe known as “La Buena Pipa”; among other jobs that I don’t remember very well now.

Regarding the censorship of Adonis Subit Lamí, I remember that it was in the interview with the rickshaw driver and focused on a passage that quoted him as saying: “there is lack of freedom to do things[…]”. This was related to private sector work in Cuba. The official told me that using the word “freedom” was too strong in that context and that I should change it.

Why did you decide to leave the state media and become an independent journalist?

Already ever since I was a student working toward my degree, I wanted to work in the emerging alternative, independent media sector. I had been watching the appearance of new outlets like El Estornudo and Periodismo de Barrio.

How did you discover these two independent media start-ups and how were you able to access their content during these years?

Through the internet and through friendships that I had been building through Facebook, which I have been on since 2011. Also, remember that earlier the “weekly package” used to include content from dissidents, activists, and independent journalists, especially as part of programs produced in South Florida. That’s how I discovered figures like Yoani Sánchez and Eliecer Ávila. Now, however, this kind of content is systematically eliminated from the “package” by its distributors.

For me, it was just the dream of being part of the independent media, not actually putting it into practice, that led to my definitive expulsion from the world of higher education in Cuba.

That triggered my forced exile in order to complete my university studies. At the same time, I have been separated from my family for almost four years now (2017-2021). During that time outside of Cuba, I have also done independent journalism based as I am in a solid democracy like Costa Rica and have suffered no retaliation because of it.

Why do you say “forced exile”?

Well, it seems enough to me to qualify as “forced exile”, based on my expulsion at the age of 18 from the university and the entire system of higher education in Cuba. At that age what you do is study, right? What was left for me in a country where I could not continue to achieve my academic goals?

What were the costs and benefits of your decision to practice independent journalism?

It’s bad enough that haven’t been able to see my parents, sister, and other relatives for four years. Perhaps the greatest benefit has been to have a clear conscience for having fulfilled my duty and feeling that I have served a useful purpose for Cuba, reflecting that part of reality that never appears in the official media. And that is a big part of what makes up Cuba.

What is it that fundamentally differentiates independent journalism from official journalism?

The essential difference is that independent journalism covers more of Cuban reality; it covers a much wider spectrum of how life actually goes on in Cuba. Meanwhile, the official media looks the other way when it comes to poverty, the repression of dissent, and vulnerable communities.

It is an automated operation and anyone who has tried to push the limits suffers the consequences. Plus, the salaries for official journalists are among the lowest in the state sector, pushing its practitioners into precariousness.

You are a journalist, but doing journalism outside the official media in Cuba turns you into a kind of “dissident” in the eyes of the state, even when that is not your aim. Right? For you, what is the key difference between being an independent journalist and a dissident? Is it possible to be both at the same time?

I think that in a totalitarian state like Cuba, I am both: a journalist and also a dissident; I “dissent” from the established order because it affects me directly both on a personal and professional level. So, I am not interested in distancing myself from one thing or the other. Still, of course, I have established limits in my coverage of dissidents, organizations, and movements.  I am not an active member of those groups, but I do advocate for causes that I consider just.

And even if a democracy were founded on the island tomorrow, I would always work to hold the government and its leaders to account. I would continue being a “dissident” vis-à-vis policies that seem wrong or arbitrary to me.  Injustice is not automatically eliminated with the arrival of democracy.

For a time, some blogs and then later independent media outlets emphasized the fact that they were produced “from Cuba,” in contrast to others that were produced “from abroad.” For you, does this distinction still have importance, significance, or relevance given the increasingly “transnational” reality of both journalism and the Cuban nation itself?

To advance in our common goals, the inside and outside should no longer be thought of as separate settings.

Although, of course, I consider the people who do journalism from within the island of greater value based on their resistance, and I never would, from my position of privilege, minimize them or try to tell them what to do.

In the end, I think we complement one another very well. Exiled professionals have always pushed those who fight, in this case journalists, from within totalitarian regimes.

In all parts of the world, the model of media financing is in crisis. In Cuba, there is also an official discourse that argues that the independent journalists and media are actually “subversives” or “mercenaries” because they have developed alternative financing. How do you navigate in this extremely polarized and politicized context?

The key in my work is that there is no imposition of agendas, editorial lines, or approaches that betray my values ​​and what I believe is fair. Everything can be discussed in the newsrooms. There must be openness, of course, but there are basic principles that are non-negotiable. This is a conversation that we have (and must have) within our media outlets.

The defamations and slanders that are showered down from Cuban officialdom no longer affect us. What concerns me is clarity within myself and with my nuclear family.

What are your experiences of harassment, intimidation, or detention and interrogation by state security? Has your free movement been prevented or “regulated” within or outside the country?

I was interrogated three times (between September 2016 and January 2017) when I was 18 years old when I was a Journalism student at the Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas (UCLV).

What were the reasons behind these interrogations?

My posts and denunciations on social networks; my collaboration on the blog of the Somos + Movement; my relationship with figures like Eliecer Ávila and Iliana Hernández; my absence from political-indoctrination events at the University, such as those that occurred with the death of Fidel Castro.  Later in April 2017, I was expelled from UCLV and permanently from the entire system of higher education in Cuba.

I have seen the document that was given to you justifying your expulsion. Are there other similar cases of students or professors who have been expelled from Cuba’s Journalism schools for ideological reasons?

I personally know of the case of a professor from my own University (UCLV), Dalila Rodríguez, a Master of Linguistic and Editorial Studies, who was expelled just weeks after I was. She did not belong to any opposition movement, but the repression occurred because she was the daughter of a religious leader, Leonardo Rodríguez, an opposition leader associated with the Instituto Patmos.

Ted A. Henken (Pensacola, 1971) is an associate professor of sociology at Baruch College, CUNY. His most recent academic works include Cuba’s Digital Revolution: Citizen Innovation and State Policy (University of Florida Press, 2021) and Cuba empresarial: emprendedores ante una cambiante política pública (Editorial Hypermedia, 2020). He is currently working on a history of independent journalism in Cuba.

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CIENCIAS SOCIALES, DESPOLITIZACIÓN Y EL ELEFANTE AZUL

Yvon Grenier, Profesor del Departamento de Ciencias Políticas, St. Francis Xavier University, Nova Scotia, Canadá.

CONVIVENCIA,  Abril, 2017

Original Article: http://www.convivenciacuba.es/index.php/sociedad-civil-mainmenu-53/1459-ciencias-sociales-despolitizacion-y-el-elefante-azul

Cuando una sociedad se corrompe, lo primero que se gangrena es el lenguaje. La crítica de la sociedad, en consecuencia, comienza con la gramática y con el restablecimiento de los significados”.                                                                          Octavio Paz, Postdata (1970).

Desde el triunfo de la revolución, el gobierno cubano se ha esforzado para despolitizar la sociedad, “achicando” el lenguaje utilizado para hablar de política en el país. En la conocidísima novela “1984” de Orwell, desde hace poco desbloqueada en la isla, la “neolengua” se explica como un proyecto a largo plazo de reducción del lenguaje y de disminución del alcance del pensamiento. El triunfo de la revolución cubana (un triunfo de la voluntad política) condujo al fin en la isla de la disciplina académica que analiza el uso del poder en la sociedad: la ciencia política. Como el término “política” se hizo equivalente, tanto en la teoría como en la práctica, con la revolución, el socialismo y el marxismo-leninismo, la ciencia política desapareció durante la primer década del régimen, (como la sociología de 1980 a 1991), para ser reemplazada por un “diamat / hismat” tanto como ideología oficial que como un paradigma obligatorio en las universidades.

Los estudiosos cubanos parecen estar de acuerdo en que una “renovación” del discurso/paradigma comenzó a tener lugar durante la segunda mitad de los años ochenta, a raíz de la campaña oficial de “rectificación de errores”. Pero aún así, como sustituto a la ciencia política, lo que todavía encontramos en Cuba son las ciencias sociales y humanidades blandas que hablan de política, de diplomacia y de administración pública, pero nunca de poder y de quién lo tiene. Imagina esa situación: un montón de gente en una habitación con un elefante azul en el medio, y el reto es hablar de lo que está pasando en la habitación, sin hablar jamás del deslumbrante mamífero.

En un artículo reciente, el economista canadiense Arch Ritter destaca algunas de las implicaciones de esta situación. Para él, “una de las consecuencias de la ausencia de la disciplina de ciencia política en Cuba es que solo tenemos una vaga idea de cómo funciona realmente el gobierno cubano. ¿Quién en el Politbureau y el Comité Central del partido realmente toma decisiones? ¿Hasta qué punto y cómo las presiones de las organizaciones de masas afectan realmente a la toma de decisiones, o el flujo de influencia siempre es de arriba a abajo y no el inverso? ¿Qué papel desempeñan las grandes empresas conglomeradas que se encuentran en la economía del dólar internacionalizada y la economía del peso en el proceso de formulación de políticas? ¿La Asamblea Nacional es simplemente una concha vacía que, por unanimidad, aprueba cantidades prodigiosas de legislación en períodos de tiempo extremadamente cortos?” Enseguida pregunta retóricamente: “¿Por qué este análisis político está esencialmente prohibido en las universidades cubanas? Puedes adivinar la respuesta” -concluye Ritter. Bueno, sí, podemos: tiene que ver con los tabúes acerca del elefante azul. Pero la respuesta completa no es tan obvia. La ciencia política puede existir bajo un régimen no democrático. Y de nuevo, vale la pena explorar por qué un país desbordado de política, donde casi nada sucede sin la intervención del gobierno y la inapelable revolución, es a la vez extrañamente apolítico. Por apolítica quiero decir que a pesar de toda la inflación de los símbolos políticos y el llamado popularmente “teque”, no hay espacio para discusiones políticas genuinas, debates verdaderos y análisis del proceso político, y escasas fuentes confiables de información y datos sobre “quién obtiene qué, cuándo y cómo”, para utilizar la definición de la política del politólogo Robert Dahl. La política está en todas partes, pero como un tótem, no como un proceso deliberativo en el sentido de Aristóteles o Hannah Arendt.

En el ámbito de la expresión pública en Cuba, es generalmente posible: 1. Deplorar públicamente los errores cometidos en el pasado (especialmente durante el purgatorio llamado Quinquenio Gris) por malos funcionarios; 2. Lamentar la pobreza de crítica y debate en la isla como consecuencia de problemas internos tanto en el ámbito cultural y educativo como en los medios de comunicación; y 3. Examinar con algún aliento crítico los problemas sociales en Cuba, especialmente si ya han sido identificados públicamente como tales por la dirección política, pero sin discutir sus posibles causas políticas. Esos son los parámetros. En ciencias sociales, es aconsejable partir del marxismo-leninismo como fundamento metodológico e ideológico, o al menos no ponerlo en tela de juicio. Desde allí se pueden explorar teorías no-marxistas (el posmodernismo fue popular durante los años 90), pero con cuidado, sin cuestionar el paradigma único. También se acogen con beneplácito las blandas descripciones de las estructuras jurídicas y los debates técnicos sobre las políticas públicas en revistas de ciencias sociales como Temas. Por último, pero no por ello menos importante, los estudiosos de las ciencias sociales e intelectuales deben denunciar el dogmatismo y celebrar las críticas y el debate, como invariablemente lo hace el mismo liderazgo político, pero asegurándose de reafirmar los dogmas oficiales. En otras palabras, la tarea principal y el desafío para los académicos es doble: fingir el pensamiento crítico, y stay in the game (permanecer en el juego).

Previsiblemente, los “debates” en Cuba cuentan con oradores ultra-cautelosos que en su mayoría están de acuerdo unos con otros, siendo toda la energía redirigida hacia las polémicas contra los enemigos oficialmente sancionados y los flagelos intemporales del gobierno: dogmatismo, burocratismo, corrupción, descontento juvenil, residuos pre-revolucionarios del sexismo y el racismo, y por supuesto, el imperialismo norteamericano, el “bloqueo” y el orden mundial capitalista. Todos se animan para “mejorar el socialismo”, y de hecho los líderes políticos rutinariamente desafían a los “intelectuales públicos” a atreverse más, pero el espacio permitido es mucho menos tangible que la anticipación del castigo si se violan los parámetros. La mejor estrategia de supervivencia es la autocensura y la ambigüedad. En cualquiera de estos “debates” (como los de Último Jueves, por ejemplo) las soluciones a los problemas convergen hacia la posición oficialista: más participación, más compromiso con L’Etre Suprême revolución, y a mejorar un sistema político en movimiento (La Revolución sin fin) pero irrevocable (Artículo 62 de la Constitución vigente). No se puede hablar de cómo funciona el sistema político exactamente porque eso necesitaría, en Cuba, como en cualquier otro país, un examen crítico de quién obtiene qué, cuándo y cómo. Es significante que cuando unos se atreven a abordar el tema, como fue excepcionalmente el caso de un “debate” de Último Jueves en febrero de 2016, no hay ninguna discusión sobre “cómo funciona”, solamente comentarios generales sobre posibles mejoras, las cuales invariablemente pasan por una reafirmación de los objetivos oficiales.

Marxismo-Leninismo como pensée unique

El marxismo-leninismo es una ideología conveniente para el gobierno cubano por dos razones. En primer lugar, abrazar y estudiar sus textos canónicos adormece la curiosidad sobre los procesos de toma de decisiones reales bajo un tipo de régimen que fue solo un sueño durante la vida de Marx: el comunismo. Marx escribió ampliamente sobre las fallas estructurales de las sociedades capitalistas (y pre-capitalistas), pero casi nada sobre la transición al comunismo. Aparte de las nebulosas referencias a la Comuna de París y las glosas sobre las estrategias revolucionarias en su “Crítica del Programa de Gotha”, el análisis de Marx del comunismo es más teleológico que político. En Cuba de hoy, el marxismo es una ideología que permite criticar los enemigos del gobierno. En segundo lugar, el marxismo-leninismo puede usarse como una teoría o un paradigma en ciencias sociales, como ocurre en todas partes (hoy más en humanidades y estudios culturales que en ciencias sociales y no en economía). Pero en sociedades abiertas, el marxismo compite con otras teorías e interpretaciones, lo que le da una vitalidad inexistente en países donde es una pensée unique. No es sorprendente que el Marxismo no sea muy sofisticado en Cuba: la ausencia de crítica genuina, la cual pasa por la confrontación con otras perspectivas, es una sentencia de muerte para cualquier perspectiva científica o filosófica. Por consiguiente, se puede repetir infatigablemente que el marxismo cubano es crítico y humanista, al revés del marxismo soviético (i.e. del pasado) “rígido” y “mecánico” defendido (y definido) por nadie. Pero no se puede realmente explorar cual es la diferencia entre los dos. En otras palabras, se puede criticar el “estalinismo” (como desviación del modelo marxista-leninista) pero no la Constitución de Stalin de 1936.

Uno de los efectos de la parametración en ciencias sociales es la presencia de un cierto estilo de comunicación que es blando, resbaladizo y oblicuo, que finge la complejidad y termina siendo poco concreto. Rafael Hernández, director de la revista Temas, declaró en 2014, en un artículo sobre las “estructuras políticas” en Cuba, que en su país se puede encontrar:

“[…] un consenso político alterado, contradictorio y heterogéneo, en cuya reproducción convergen viejos y nuevos sujetos sociales, que son los ciudadanos cubanos reales. Estrictamente hablando, estos no están repartidos solo en fábricas y campos sembrados, cursos universitarios y maestrías de negocios, hospitales y hogares de ancianos, cooperativas, talleres de equipos electrónicos, parroquias, sino en ministerios, oficinas del PCC, batallones de artillería, escuelas superiores para la formación de cuadros de dirección, y publicaciones estatales y eclesiásticas. Estos diversos sujetos sociales ejercen su condición ciudadana desde una inusitada pluralidad, correspondiente a una gama de clases y grupos, ocupaciones, generaciones, géneros, colores de piel –además, naturalmente, de sus particulares ideas políticas”.

Conclusión

Un país no puede sobrevivir sin historiadores, matemáticos, economistas, biólogos, etc. Aparentemente sí se puede subsistir sin genuinas ciencias políticas… pero ¿a qué precio? Para funcionar bien y utilizar plenamente su capital humano, un sistema político necesita información, transparencia, examen crítico y comparativo de las políticas y de los dirigentes, con respeto pero sin miedo a la verdad. No hay sistema político perfecto, ni mucho menos. En Cuba se necesita mejores datos sobre cómo funciona realmente su sistema político, y análisis a fondo de los problemas y de sus posibles causas políticas, levantando el velo del secreto que cubre la mayoría de las transacciones políticas. Para que esa importante transición tenga lugar, mis estimados colegas tendrán que jugar un papel crucial. Historiadores de la diplomacia, filólogos marxistas y tímidos contadores de la administración pública no son sustitutos de politólogos de verdad. La iniciativa podría emerger dentro de las filas de las ciencias sociales o incluso, de institutos de investigación y centros de estudios, como Convivencia. De otra manera, el “debate” político en Cuba seguirá siendo, para parafrasear lo que Borges dijo sobre la metafísica, una rama del género fantástico.

Yvon Grenier, Profesor del Departamento de Ciencias Políticas. St. Francis Xavier University, Nova Scotia, Canadá.

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ACADEMICS FROM CARLETON UNIVERSITY HELPED “JUMP-START” WESTERN ECONOMICS IN CUBA AFTER THE COLLAPSE OF THE SOVIET UNION.

How Carleton profs brought Western economics to Cuba

zzzzzzzzzJustin Trudeau speaks to a University of Havana audience plus officials in the Aula Magna, Universidad de la Habana, November 16, 2016

Here’s how it happened: after the Soviets ended their “special relationship” with Cuba, the faculty of economics at the University of Havana wanted to introduce supply-demand micro and macroeconomics into its curriculum.

This was no small problem. Soviet economics had virtually disappeared, and Cuban economists were left orphaned. They didn’t even speak the language of Western economics, and they found it difficult to communicate with their counterparts in the rest of the world.

Carleton economist Archibald “Arch” Ritter, an expert in economic development, was at the first meeting in Havana in December 1993. The meeting brought together academics from Canada, Chile, Argentina and the University of Havana as well as officials from the International Development Research Centre (IDRC) to hammer out a plan.

The  group decided to organize a joint master’s program in economics, mainly for young faculty members from Cuban universities, to be offered at the University of Havana. Carleton’s then-president Robin Farquhar approved the agreement. The program was up and running six months later.

Financed for the first two years by the IDRC and in its final three years by the Canadian International Development Agency with support from the United Nations Economic Commission for Latin America, the program was later expanded to include biology, business, linguistics, women’s studies and public administration. Professors were recruited from Canada and Latin American countries.

 “It was neat to jump-start the introduction of Western economics to Cuba,” says Ritter, who taught in Havana part-time for five years. “And we did it on a shoestring budget.”

The project had broad support at the University of Havana, but it was far from unanimous, says Ritter. The students, however, “were all most congenial and very keen.”

In his blog, former student Luis Casaco, who now lives in Uruguay, recalls the day a stranger arrived in a classroom while he was making a presentation. She identified herself as a member of the communist party. The presentation continued, but there was a confrontation and the students defended their position that Cuba needed a radical transformation towards a market economy and a democratic system.

The woman angrily left the classroom. The next day, Casaco was called in for an urgent meeting.

“The woman started speaking in an irritating, slowly and softly way on the importance of the program, while emphasized the interest of some sectors in the university to dismantle it,” Casaco recalled. “She started to get angry, and said that the university belongs for the revolutionary people.”

Casaco’s professors came to his aid, including Ritter. “If they threaten you and intend to force you to stop free-speaking, I will shut down this program,” he recalls Ritter saying. “And then he added: ‘This is not a class of the communist Cuban party; this is a Carleton University class.’”

The program ran until 2001. Between 1991 and 1997, there was a shortage of food in Cuba after subsidies from the Soviet Union ended. “People were very thin,” said Ritter.

Many of the Cuban graduates went on to earn PhDs in economics both inside Cuba and at Carleton. Some left Cuba and built their lives elsewhere. According to Ritter’s count, 31 of the 76 graduates had left Cuba to go to Canada, the U.S. and countries in Latin America as of 2010.

“We contributed to a change in the climate of opinion, and changed the teaching of economics,” says Ritter.

zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzCarleton University economics professor Arch Ritter, pictured in Cuba in 2015 in a 1955 Chevrolet, taught part-time for five years at the University of Havana.

Ritter is often called upon to answer questions about Cuba. So, what will happen in the wake of Fidel Castro’s death?

Ritter doesn’t think it will change much. Castro has been mostly out of the picture since he became ill about a decade ago. Castro’s brother Raúl, now 85, served under his brother for 46 years. He was officially made president in 2008, and instituted a major set of reforms in 2010-11, which have liberalized small businesses.

“I don’t see much of change in the short run,” says Ritter. “Raúl will pretty much pick his successor. The succession will follow Raúl’s line. Raúl is very cautious. It took him almost five years to decide on the reform package.”

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LA UNIVERSIDAD DE LA HABANA, EN EL PUESTO 59 EN AMÉRICA LATINA

14ymedio, La Habana | Junio 16, 2016

zzzzCaptureThe QS University Rankings: Latin America 2016 – a ranking of the 300 top universities in the Latin American region.  The methodology can be viewed here.

Among the Top 100 Universities in Latin America:

  • Brazil has # 1, #2, and #5 and a total of 24;
  • Argentina, 20 in total;
  • Chile, # 3 and 15 in total;
  • Mexico, #4 and 14 in total;
  • Colombia, 12 in total;
  • Venezuela 4 in total
  • Peru, 3 in total., and
  • Cuba 1 in total

The complete rankings can be seen here: University Rankings: Latin America 2016

 Salen del listado el centro de Cienfuegos Carlos Rafael Rodríguez y la CUJAE zuniversidaddelahabanaafet3Universidad de La Habana, circa 1952

La Universidad de La Habana se sitúa en la posición 59 del listado de los 300 mejores centros de estudio de América Latina de este año elaborado por QS y publicado este martes. Pese a mejorar su posición en comparación con el año pasado, cuando se clasificó en el puesto 83, la institución académica se mantiene por debajo de los estándares de excelencia defendidos por las autoridades de la Isla.

Solo dos universidades del país han logrado colarse en el ránking, la otra es la de Santiago de Cuba, en el puesto 145, que empeora frente a 2015, cuando llegó a colocarse en el 141. Salieron del listado los centros de Cienfuegos Carlos Rafael Rodríguez y la José Antonio Echeverría – CUJAE, que el año pasado cerraban la clasificación (entre los puestos 250 y 300).

Entre los mayores problemas que señalan los estudiantes de la Universidad de La Habana se encuentra el deficiente acceso a internet. Cada alumno recibe una cuota de horas de navegación al mes, según el año de estudio que cursa, pero la baja velocidad de conexión y la antigüedad de las computadoras en la sala de información digital lastran la experiencia.

El listado, que se publica por sexto año consecutivo, se elabora a partir de cinco criterios principales: el impacto de la investigación y la productividad, el compromiso de los docentes, la capacidad de los diplomados para conseguir empleos, el impacto en internet y, por primera vez este año, se tomó en cuenta también la internacionalización.

Otros factores determinantes son, de acuerdo con los autores, la reputación académica del centro de estudio, la proporción de estudiantes por facultad. Aunque el QS University Rankings para América Latina es parte de la iniciativa global QS World University Rankings, los métodos de evaluación difieren según las distintas zonas del mundo para adaptarse al contexto regional.

Lidera la clasificación la Universidad de Sao Paulo, seguida por otro centro brasileño, el de Campinas, y por la Pontificia Universidad Católica de Chile.

zCuba-Nov-2008-041Alma Mater 1995, Photo by Arch Ritter

ztankThe Faculty of Law in Background, Photo by Arch Ritter, circa 1996

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