LOS EJERCICIOS CABALÍSTICOS DE LOS GESTORES DE LA ECONOMÍA CUBANA

Un rasgo esencial del sistema sociopolítico y económico cubano es la renuencia de la clase dirigente a ofrecer cifras y datos exactos y confiables acerca del desempeño de la economía y las finanzas al cierre de cada año.

Diciembre es para los cubanos “de adentro” –como para toda sociedad fundada sobre la tradición de herencia judeocristiana– un mes de festividades y buenos deseos, pero también una época cargada de incertidumbre tras casi 60 años de un experimento social fecundo en promesas de desarrollo económico y recuperación financiera, cuyo único saldo visible es la eterna prolongación de la espera de tiempos mejores.

Como es habitual, la ambigüedad de los informes presentados por los funcionarios correspondientes en el marco del recién finalizado período ordinario de sesiones de la Asamblea Nacional no permite al común de los mortales hacerse una idea certera sobre cuál ha sido en realidad el comportamiento de la economía, qué estrategias específicas se propone aplicar el Estado-Partido-Gobierno para superar los incontables escollos que siguen surgiendo en el insoportablemente largo camino del “socialismo” o, muy en especial, qué tipo de cálculo aplicaron los expertos en la materia para arrojar como resultado final del año 2017 un milagroso crecimiento del Producto Interno Bruto, pese a los resultados negativos del primer semestre, la contracción de los subsidios petroleros desde Venezuela, el aumento de la presión del embargo estadounidense y los efectos devastadores de eventos naturales como la severa sequía de la primera mitad del año y el paso de un huracán de gran intensidad en septiembre, que provocaron cuantiosos daños económicos.

El único saldo visible de la economía cubana es la eterna prolongación de la espera de tiempos mejores. (14ymedio/Silvia Corbelle)

No obstante, mal que les pese, los informes oficiales están obligados a reflejar al menos algunas cifras. Y es precisamente en este punto donde salen a relucir las costuras del sistema

No obstante, mal que les pese, los informes oficiales están obligados a reflejar al menos algunas cifras. Y es precisamente en este punto donde salen a relucir las costuras del sistema, saltan aquí y allá los deslices y queda expuesta la desnudez del rey. Una cuestión es el alarde de imaginación desplegado desde la facundia oficial y otra bien distinta hacer coincidir esos discursos con la terquedad de los números, que no tienen compromisos con ideologías ni con políticas.

En este sentido, el proyecto de Presupuesto del Estado presentado a la Asamblea por la diputada Lina Pedraza Rodríguez, también ministra de Finanzas y Precios, es quizás el más peliagudo de los ejercicios cabalísticos de los administradores de la miseria.

Pedraza tiene la ingrata tarea no solo de declarar los muy cuestionables resultados del año fiscal que termina en relación con el presupuesto asignado –los ingresos superaron las previsiones en un 2,3%–, sino de anunciar también otras cifras igualmente impugnables, como son las cantidades que se asignarán al llamado Plan de la Economía. Todo esto debe hacerse sin llegar a declarar jamás cuál es el monto del susodicho Presupuesto, para lo cual es habitual que el oficialismo utilice un sencillo truco: algunas cifras que se ofrecen son números porcentuales mientras otras se corresponden a cantidades numéricas exactas.

Es así que, por ejemplo, ya los cubanos sabemos que en el año 2018 el Presupuesto será un 6% superior al del año que termina –cuyo monto nunca conocimos– y que el 55% de los recursos irá en prioridad a los sectores de la Salud y la Educación, como “paradigma de justicia social y de protección de los derechos humanos”.

Ya los cubanos sabemos que en el año 2018 el Presupuesto será un 6% superior al del año que termina –cuyo monto nunca conocimos– y que el 55% de los recursos irá en prioridad a los sectores de la Salud y la Educación

Sabemos también que 8.180 millones de pesos serán destinados a “la educación en general” –que incluye 1.960.000 estudiantes de todos los niveles de enseñanza– y que la Salud Pública recibirá un total de 10.565 millones de pesos para todos sus servicios, desde consultas médicas y gastos por pacientes ingresados hasta el “desarrollo de salas especializadas” y servicios estomatológicos, entre otros.

La Seguridad Social contará con 6.000 millones de pesos para sus gastos (un 5% de crecimiento con relación al año anterior) para garantizar las pensiones de más de 1.700.000 personas y “prestaciones de corto plazo”, como las licencias de maternidad y otros beneficios.

Como botón de muestra de “las medidas que el país viene adoptando para enfrentar el envejecimiento poblacional”, el presupuesto ha asignado una cantidad (no declarada) “para la atención a más de 13.000 personas de la tercera edad que asisten a casas de abuelos y hogares de ancianos, lo que confirma el carácter humanista de nuestro sistema”.

Ahora bien, si se aplica la sencilla regla de tres matemática, fácilmente se puede calcular que esos 13.000 ancianos atendidos en instituciones especializadas estatales –dado que este tipo de servicio no está aprobado en el sector privado– constituyen apenas el 0,76% de los pensionados del país, una cifra ridículamente insuficiente que contradice el aparatoso carácter humanista del sistema político, en un país donde los únicos indicadores que crecen cada año de manera indudable son la pobreza y la cantidad de ancianos.

“Más de lo mismo”, se habrán dicho para sí algunos (…). Se equivocan: es lo mismo, sí, pero con mucho menos

Nótese, además, que los números de referencia corresponden a lo que en Cuba suele llamarse “pesos cubanos”, es decir, moneda no convertible en divisas, y que al existir dos diferentes tasas de cambio –1×1 para personas jurídicas; 1×25 para personas naturales– se crea una vaguedad que impide saber con exactitud de qué cantidades se trata.

No obstante, sí se puede suponer con certeza casi absoluta que las cifras que ofrece el Presupuesto del Estado no son equivalentes a divisas, de manera que se trata de un monto irrisorio, apenas para paliar algunos de los numerosos y acuciantes problemas económicos y sociales que deben enfrentarse.

“Más de lo mismo”, se habrán dicho para sí algunos de los pocos cubanos que tuvimos suficiente salud mental y estoicismo como para sumergirnos en el oscuro dédalo de los informes oficiales. Se equivocan: es lo mismo, sí, pero con mucho menos. Aunque pretendan convencernos de lo contrario.

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