Arturo López Levy
Cuando los funcionarios electos establecen diferentes normas para sí mientras limitan los derechos constitucionales del resto de los estadounidenses, la credibilidad del sistema político sufre y el capital de las instituciones democráticas se erosiona.
El caso del viaje a China de los asistentes del senador Marco Rubio y la congresista Ileana Ros-Lehtinen, patrocinado por el Estado-partido comunista, es un ejemplo doloroso. Durante décadas, los legisladores cubanoamericanos se han opuesto a los viajes a Cuba y amonestado ferozmente a cualquier colega o sus asistentes que lo ha hecho buscando información o para dialogar con el gobierno. Rubio y Ros-Lehtinen han hecho del tema de no viajar a países comunistas una prueba de integridad política y de fidelidad a los derechos humanos. Rubio ha dicho en el Senado que cada dólar que se gasta en un viaje a un país comunista financia directamente la represión. Cada dólar, excepto los gastados por sus asistentes en la Gran Muralla y Tiananmen mientras escuchaban los méritos del presidente Mao.
Cuando la hipocresía es expuesta, el liderazgo político es más necesario. Es el momento en que los líderes y la opinión pública deben tomar partido y dejar en claro cuáles son sus principios. La integridad marca la principal diferencia entre los que creen que los viajeros estadounidenses son –como Hillary Clinton lo expresa– “anuncios andantes” a favor de una sociedad abierta, en Cuba y en China; de quienes viajan a Pekín, mientras predican sus políticas anti-Castro restringiendo el derecho de los estadounidenses a viajar.
La Casa Blanca debería actuar con liderazgo. Cada vez que el senador Rubio y la congresista Ros-Lehtinen cuestionan ferozmente la moral de las decisiones de Obama para expandir los viajes pueblo-a-pueblo, la administración Obama reacciona tímidamente o no reacciona. Los funcionarios de Obama parecen olvidar el propio discurso del presidente sobre la importancia de comunicarse con la sociedad civil cubana y la actualización de una política concebida “desde antes que él naciera”.
Muchos cubanoamericanos que votaron dos veces por Obama están decepcionados porque el presidente da demasiado a los políticos pro-embargo y escucha muy poco a los que defienden sus promesas de diálogo y la comunicación con Cuba. Después de la reelección en 2012, ganando una mayoría cubanoamericana, la secretaria de Estado Hillary Clinton aconsejó al presidente Obama: “echar otro vistazo al embargo. No está logrando sus objetivos, y frena nuestra agenda más amplia en América Latina”. ¿Por qué no lo hace?
Después de la reforma migratoria cubana bajo Raúl Castro, es más fácil para un cubano, que vive bajo un gobierno comunista, viajar a Estados Unidos que para un ciudadano estadounidense, que vive en democracia, viajar a Cuba. Esta es una grave contradicción que pone a los que abogan por una Cuba democrática, con buenas relaciones con Estados Unidos, en seria desventaja política. El presidente Obama hizo lo correcto en 2011 cuando autorizó las licencias para viajes religiosos, educativos, humanitarios y de algunos otros propósitos no turísticos para viajar a Cuba. Pero, ¿por qué no elimina los procedimientos burocráticos engorrosos para esos viajes regulados y adopta una licencia general para cualquier viaje con propósito no turístico?
La inacción de la administración Obama ante el actual proceso de reformas en Cuba divide aún más a Washington de otros países democráticos. Europa está negociando un acuerdo amplio de cooperación económica y diálogo político con Cuba. En Cartagena, Colombia, en el 2012 durante la Cumbre de las Américas, América Latina habló con voz clara: todos los países del hemisferio, excepto Canadá y Estados Unidos, reafirmaron su deseo de incorporar a Cuba en la próxima Cumbre prevista en Panamá en la primavera de 2015.
La ansiedad de los aliados de Estados Unidos en América Latina crece cada día que la Cumbre de las Américas de 2015 se acerca. Brasil y un importante número de estados latinoamericanos y caribeños han declarado su intención de boicotear la Cumbre de 2015, si no es invitada Cuba. La invitación a Cuba no se trata tanto de tener a Raúl Castro en la foto de los presidentes, sino transmitir una desaprobación general a la política de aislamiento contra la isla, ayudando a la Casa Blanca a removerla.
Washington debe eliminar las incoherencias flagrantes entre los valores que predica y las prácticas de sus políticos. Todos los estadounidenses deberían gozar de igualdad ante la ley en el ejercicio de su derecho constitucional a viajar. El senador Rubio y la congresista Ros-Lehtinen no deben pontificar contra los viajes a Cuba después de que sus empleados visitaron Pekín y la Gran Muralla de la mano del partido-estado chino. Sus electores cubanoamericanos están desmintiendo sus posturas al ritmo de casi 400,000 visitas a Cuba cada año. No es coherente con la forma de vida estadounidense que un grupo disfrute de un derecho que sus representantes niegan al resto de la población.
Este incidente desastroso podría dar un giro para bien si el presidente Obama defendiese la libertad de viajar como un derecho humano. Algunos dirán que la Casa Blanca no puede desafiar el Congreso mediante políticas que atentan contra la ley Helms Burton. Pero si Estados Unidos quiere que otros países se unan a los esfuerzos para promover los derechos humanos y la apertura política en la Isla, debe dar el ejemplo practicando la libertad que predica. La libertad de viaje como un derecho humano es fundamental tanto en la política de Estados Unidos hacia Cuba como hacia China.
Arturo López Levy, Escuela Josef Korbel de Estudios Internacionales de la Universidad de Denver.