Si de verdad el Gobierno cubano quiere promover la inversión en el país, debe terminar con la política de ‘para los extranjeros todo, para los cubanos nada’.
Emilio Morales
Diario de Cuba, 16 Mar 2021 – 12:08 CET
Articulo Original: INVERSIÓN EN CUBA
Cuando un inversionista se pregunta cuáles son las verdaderas oportunidades que existen en Cuba para llevar a cabo un proyecto de inversión, tiene que poner su mirada en las dos grandes limitantes que hoy existen en la Isla:
1. Lo poco atractivo que es el mercado nacional por las barreras que el Gobierno impone con su bloqueo interno, tanto a los cubanos residentes en la Isla como a los residentes en el exterior, lo cual incluye limitaciones de tipo legal, la falta de seguridad jurídica, la intermediación del Estado para la contratación de mano de obra, y para decidir quién, en qué y cómo invierte. Además, debe tener en cuenta otros aspectos, como por ejemplo la propia centralización de la economía, la falta de liquidez, el endeudamiento o el no cumplimiento de los pagos.
2. El embargo estadounidense y la activación del Título III de la ley Helms-Burton.
Bloqueo interno y otras limitaciones
De los puntos mencionados, el primero es el de mayor peso. Es obvio que el bloqueo interno que mantiene el Gobierno cubano sobre sus propios ciudadanos para impedirles generar riqueza es la camisa de fuerza que ha mantenido por más de 60 años las oportunidades de inversión en la Isla en el eterno limbo del “no se puede”.
El principal atractivo de cualquier país para atraer la inversión extranjera es el ambiente de libertad empresarial que pueda tener en su propio mercado, amparado por leyes que estimulen, protejan y promuevan el emprendimiento ciudadano. A esto se sumaría el tener fuerza de trabajo calificada y oportunidades de desarrollo para cualquier proyecto o negocio en el mercado interno, que permita satisfacer la demanda de productos y servicios tanto de los ciudadanos como de las empresas.
Obviamente estas condiciones no existen hoy en Cuba. No han existido por seis décadas. La élite de poder ha concentrado en manos del Estado las estructuras productivas del país, ha subordinado la economía y las instituciones a la ideología y ha sometido a la población a un régimen de control, privándola de sus derechos de libertad, opinión, libre asociación y de generación de riqueza.